Seguridad atípica: Yucatán ¡no tiene delitos!
La entidad tiene 13 años sin un secuestro y en lo que va de 2011 no hay un solo robo de auto con violencia, según cifras federales
MÉRIDA, 2 de octubre.— Juan Soberones está sentado tranquilamente en una de las bancas de la Plaza Grande. Son más de las diez de la noche y nada parece inquietarlo. Tiene su computadora portátil sobre las piernas y no quita la mirada del monitor. No levanta la cabeza para vigilar su entorno ni muestra inquietud por la presencia de posibles ladrones, como lo haría casi por inercia cualquier persona con un aparato electrónico en el resto del país, porque en Yucatán, dice, “huele a seguridad”.
“En Mérida sientes y respiras seguridad. Para comprobarlo, simplemente los invito a salir de noche”, repite Juan. La invitación suena extraña cuando en al menos siete entidades mexicanas —Distrito Federal, Estado de México, Jalisco, Nuevo León, Guerrero, Michoacán y Chihuahua— 61% de sus habitantes prefieren no salir a la calle de noche por temor a la violencia relacionada con el narcotráfico, de acuerdo con la encuesta Ciudadanía, Democracia y Narcoviolencia, realizada por el Centro de Estudios para la Gobernabilidad Institucional (CEGI), del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE).
Neucaria lleva 15 años instalando religiosamente su puesto de dulces sobre este parque de Mérida, de tres de la tarde a diez de la noche. Tímida y con un acento yucateco pronunciado, responde que su mayor preocupación en cuestiones de seguridad es que llegue a agredirla algún borracho impertinente, pero que, cuando sucede, no se deja intimidar y va a denunciarlos con la policía municipal.
—Neucaria, ¿a poco confía en la policía municipal?, se le pregunta con sorpresa, pues hasta el mismo presidente Felipe Calderón ha reconocido que los mexicanos no confían en esta institución, debido a la cadena de complicidades con criminales y la encuesta Ciudadanía, Democracia y Narcoviolencia arrojó que sólo siete de cada cien mexicanos aceptan su trabajo.
—Los policías trabajan bien, por eso siempre les he pedido ayuda, responde sin titubear.
En Yucatán tanto autoridades como ciudadanos concuerdan en que en este estado sí se puede confiar en las policías. “Para muestra, basta decir que las denuncias telefónicas al 089 y al 066 aumentaron cuatro veces de 2007 a la fecha”, asegura Héctor Cabrera Rivero, fiscal general de Yucatán.
Incluso los taxistas, que recorren la ciudad y sus alrededores y tienen el pulso de la inseguridad, pues cada pasaje es un informante, corroboran esta situación.
—Señor, ¿Mérida es seguro?
—¡Desde luego!, contesta el taxista sin pensárselo dos veces, como si la respuesta fuera más que obvia.
Esa percepción de los yucatecos, de que su estado es seguro, podría causar incredulidad en el resto de los mexicanos, pues en otras entidades se respira una atmósfera de violencia; pero las cifras acallan las dudas: Yucatán ocupa los índices más bajos en delitos comunes.
En Yucatán hace 13 años no hay registro de secuestros, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Durante este año no ha habido un solo robo de vehículos con violencia y bajó 60% este delito de 2010 a 2011. Adicionalmente, es el estado que más recupera autos robados en el país. La Unidad de Extorsión redujo casi 50% el pago por extorsiones en un año.
Aunque Yucatán no es un paraíso, pues quedan pendientes graves problemas de seguridad
—como el tráfico de personas, especialmente de cubanos que van hacia Estados Unidos, según investigaciones de la PGR—, algunos países han reconocido su labor de seguridad.
Otras autoridades preguntan
El fiscal estatal, Héctor Cabrero Rivera, y el secretario de Seguridad Pública Estatal, Luis Felipe Saidén Ojeda, identifican tres pilares fundamentales en estos logros: denuncia ciudadana, capacitación e inteligencia y coordinación entre las policías.
“En Mérida la gente no tiene miedo a denunciar y hemos encontrado —en estudios nacionales e internacionales— que si hay una confianza sólida entre el ciudadano y la autoridad, a la delincuencia le cuesta trabajo caminar, porque la impunidad y la delincuencia navegan precisamente en la desconfianza”, afirma Cabrero.
A Yucatán han llegado autoridades de la Ciudad de México a preguntar cómo trabajan las unidades de extorsión, pues son de las más efectivas del país. Funciona también la Agencia de Narcomenudeo, que les ha permitido identificar cómo operan estas bandas.
Las autoridades coinciden en que la fórmula de la seguridad es la buena relación entre todas las policías y la Fiscalía del estado, cuando en el resto del país impera una imagen de descoordinación en las instituciones de seguridad, como lo ha corroborado Antonio Mazzitelli, representante de la oficina Regional de la Organización de las Naciones Unidas para México, Centroamérica y el Caribe.
“Todos jugamos un papel muy importante. La cosa es que todos seamos efectivos para poder tener ese intercambio de información. A lo mejor la Policía Ministerial tiene algo que a mí me sirve, o nosotros algo que le sirve a los federales, y así”, explica Saidén Ojeda, secretario de Seguridad.
“En un puesto de control (o retén), si en algún momento nos llegáramos a sentir superados, tenemos el apoyo de los militares, de las fuerzas federales y de la Policía Ministerial. Si no tenemos confianza en nuestros compañeros nunca va a haber fuerza. Y la unión hace la fuerza”, afirma el comandante Emilio Fernando Zacarías Laines, responsable del puesto de control de Teya, frontera con Quintana Roo.
Saidén Ojeda es de los pocos secretarios de Seguridad estatales, o tal vez el único, que pueden darse el lujo de subirse a una motocicleta de la policía, encenderla y salir uniformado a patrullar de vez en cuando y regresar en algunas horas sano y salvo a su oficina. Durante sus recorridos se le ha visto infraccionar a conductores.
En Mérida los automóviles circulan en completo orden. Si les toca un alto, se detienen antes de pisar las líneas peatonales y los conductores respetan al transeúnte. En las calles y en los parques tampoco se ve basura, gracias a una buena cultura ciudadana.
A lo lejos de la Plaza Grande están sentadas las jóvenes Estephanie y Rubí. Son las ocho de la noche y a ninguna la ha llamado su papá para preguntarle si están bien o en dónde andan. “Yo no tengo la preocupación de que me vaya a pasar algo; tampoco mis papás. Ése es uno de los beneficios de vivir en Mérida.”
Fuente: www.excelsior.com.mx
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